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domingo, 29 de abril de 2012

Todas las nubes se van al Sur. (Pedacito)



Propuso ir a sentarnos a la arena, donde empezó -según contó- a ser coqueteada por las nubes, de tal forma que tuvieron cautiva su mirada entre risas. 
Sólo al rato después y al pasar de un pájaro, noté que dejó una estela, lo que me hizo mirar con más atención: Sentí de pronto como si me hubieran lavado los ojos y que por fin veía los colores en una especie de magnitud divina.
Era sólo el comienzo y esos azules, verdes, cafés claro, blancos y grises son los colores más bonitos que he visto.
Entonces, quise conocer la personalidad de las nubes, y ellas bailaban a un son simétrico girando en rondas independientes pero coordinadas, coronando ese profundo azul de mar.
Que imponente revuelta de las cosas que un día nacieron del mar o la tierra, que conmovedora revolución de lo maravilloso. Es  ineludible cada pedazo de vida que nos rodea y que se manifiesta en las conversaciones antiguas que trae el viento, en el respirar simultaneo de los árboles que como tropa de obreros habitan los cerros, en el contraataque de la naturaleza que contagia a lo humano con sus colores. 



Tengo el corazón en la boca y por eso puedo liberar mi pecho de las breves ataduras que amargan a los hombres. Yo he estado antes aquí con la Daniela sin estarlo, me sumerjo en una complicidad que sin importar donde, hoy o mañana, en el Sur o camino al Sol, 
siempre nos llevará a los dos.