La conocí en Bellavista leyendo a Freud y mirando la hora.
En Mirador me cruzó la vista con sus ojos grises. Pasando por
Pedrero, se amarro el pelo y con un mechón me rozó el cuello.
Partimos de Carlos Valdovinos y ya había olvidado a Freud.
En Rodrigo de Araya tocó con su hombro mi pecho. Ya en
Irarrazabal nos enamoramos. Santa Isabel y Parque Bustamante
fue puro amor. Pero en Baquedano, combinó a la uno, y se fue con otro.